Reproducimos a continuación el loable escrito.
Neuquén, 17 de noviembre de 2006
Carta a S.E.R Monseñor Marcelo Melani SDB, Obispo de Neuquén
Asunto: Preocupación ante la Educación Sexual permisiva y su aplicación en una escuela de la Diócesis de Neuquén
Su Excelencia Reverendísima:
Con respeto filial, nos permitimos comunicarnos con Usted con el fin de hacerle llegar nuestra gran preocupación por lo que está aconteciendo en el Colegio Santa Teresa, en el que se imparten clases de educación sexual absolutamente contrarias a la moral natural y a las enseñanzas de la Iglesia. Tales contenidos, ¡destinados a alumnos del ciclo primario!, rezuman en cada palabra la tan inicua teoría de género, sostenida por los diversos grupos militantes a favor del aborto y la contranatura.
En este escrito exponemos sucintamente las cuestiones más graves tratadas en el texto que lleva por título “Nuestro cuerpo: ¡una maravilla de la creación!” y que ha sido entregado a los alumnos del nivel primario del citado establecimiento educativo.
Tomamos aquí los temas que mayor daño espiritual y psicológico inflingen a los niños que los tienen por destinatarios, pero ello no obsta para desestimar de plano el texto, por su indecible ignominia e incorregible mendacidad. A poco de leerlo, Monseñor, parece increíble que semejante libelo haya salido de una escuela católica. A continuación las evidencias mencionadas.
Aborto: en el material de marras se les pregunta a los alumnos, como si de un trabajo práctico se tratara, si “el aborto provocado se puede considerar un asesinato”, sin dar más orientaciones acerca de ello. No obstante, poco más adelante se cae en una flagrante falacia (utilizada ad nauseam por los proabortistas) cuando se dice que muchos abortos se realizan en forma clandestina y que ésta constituye “una de las principales causas de muerte de mujeres” (página 20). Embuste éste pasible de ser corroborado con la simple constatación de las estadísticas del Ministerio de Salud de la Nación.
En vano se buscarán en el texto referencias al nonato. Ni una sola alusión a su carácter personal y su inalienable derecho a la vida. Ni una mención siquiera al deber de rezar por las almas de los pequeños asesinados sin recibir las aguas bautismales. Del mismo modo, se omite toda reseña a la clarísima condena de tan monstruoso crimen, presente en multitud de documentos dados a lo largo de la historia de la Iglesia de Cristo. En rigor, sólo se induce a los niños a considerar que el mal específico del aborto no es el asesinato de la criatura no nacida, sino la mala atención de las clínicas clandestinas que resulta en muertes maternas. Cuesta creer en la posibilidad de tantos olvidos.
Masturbación: al referirse al tema del onanismo se dice: “Cada familia tiene sus propias ideas acerca de la masturbación (…) existen personas, y también existen religiones, que creen que masturbarse es malo. Pero la mayoría de los médicos afirman que la masturbación es algo perfectamente sano y perfectamente normal, y que no hace ningún daño” (pag. 14)
Se evidencia, en primer término, el más craso relativismo implicado en el texto, pues deja librada la verdad a la opinión de cada uno. Pero luego, ahondando la gravedad del contenido, se habla de la condena de algunas religiones al pecado de Onán, prescindiendo de cualquier comentario sobre la doctrina tradicional que condena la masturbación como un acto “intrínsecamente malo” y gravemente desordenado pues “le falta la relación sexual requerida por el orden moral; aquella relación que realiza el sentido íntegro de la mutua entrega y de la procreación humana en el contexto del amor verdadero”[1]. Además, como si esto fuera poco, el texto termina por invocar la autoridad de los médicos – tanto como se descalifica a “algunas religiones” - como si la medicina fuese la encargada de dirimir sobre cuestiones de índole moral. En lenguaje llano, esto se podría traducir en una frase proverbial: “si tu médico te dice que te masturbes, hacélo tranquilo, pero si el párroco te dice lo contrario, desobedecélo porque no tiene autoridad en esas cosas”.
“Clases” o tipos de familia: acto seguido, los anónimos autores se ocupan de la familia señalando en primer término que “hay muchas clases de familia”, para agregar enseguida: “hay niños cuyo padre o cuyos padres son hombres homosexuales y niños cuya madre o madres son mujeres lesbianas” (pag. 25).
De esta forma grotesca se principia con la confusión de los niños y se termina con su escándalo más absoluto. Porque, de acuerdo a la peculiar visión dada en este texto, la familia ya no sería la iglesia doméstica fundada sobre Roca. Ya no sería la unidad indisoluble centrada en el matrimonio de hombre y mujer, unidos para el cumplimiento de la misión sublime de procrear y educar a la prole en la altísima tarea de vivir para salvarse[2]. Ya no sería la familia la portadora de la misión de “custodiar, revelar y comunicar el amor, como reflejo vivo y participación real del amor de Dios por la humanidad y del amor de Cristo Señor por la Iglesia, su Esposa”[3]. No, para estos particulares educadores sexuales, ya no existe la familia tradicional sino muchos tipos y modos de rejuntarse, siempre según lo que a cada uno le apetezca y “le parezca bien”. Lo que olvidan (o aviesamente esconden) es que esa familia tradicional que quieren dar por muerta o perimida es la Sagrada Familia, la que sostuvo en su seno al Señor de la Historia y cuyo arquetipo fue dado una vez y para siempre para que en ella los hombres cumplieran su vocación salvífica.
Homosexualidad y lesbianismo: Por otro lado, el texto señala que existen muchas clases de amor, haciendo hincapié en que “puede haber amor entre una mujer y un hombre, entre un hombre y un hombre y entre una mujer y una mujer”. Poco después se afirma: “la vida cotidiana de un gay o una lesbiana (…) es muy parecida al resto de las personas” (pag. 32). Y termina con una admonición dudosa: “Todos somos personas. Todos amados por Dios. No discriminemos”.
Se parte entonces de una confusión dañina y malintencionada, pues si hemos de amar a las personas homosexuales lo hacemos porque son personas, no porque sean homosexuales. ¿Qué clase de caridad enseñan estos “educadores” cuando les dicen a los pequeños, tergiversando la oración paulina, que hay que amar al pecador y amar también al pecado? También aquí se omiten las enseñanzas de la Iglesia Madre y Maestra, que mucho ha expresado al respecto. Estos educadores deberían recordar que la Iglesia señala que “las personas homosexuales deben ser acogidas, en la acción pastoral, con comprensión y deben ser sostenidas en la esperanza de superar sus dificultades personales y su inadaptación social” pero ello sin olvidar que “según el orden moral objetivo, las relaciones homosexuales son actos privados de su regla esencial e indispensable” y que “en la Sagrada Escritura están condenados como graves depravaciones e incluso presentados como la triste consecuencia de una repulsa de Dios”[4]. Esto último se pone en evidencia también en otro fundamental documento vaticano que indica que “la actividad homosexual impide la propia realización y felicidad porque es contraria a la sabiduría creadora de Dios. La Iglesia, cuando rechaza las doctrinas erróneas en relación a la homosexualidad, no limita sino que más bien defiende la libertad y dignidad de la persona, entendidas de modo realístico y auténtico” [5] .
Hacer de la homosexualidad “una forma más de amor” conlleva una dosis infrecuente de perversidad en el trato con los niños, a los que – por deber de estado - el educador debe formar en los hábitos virtuosos y no en el vicio nefando.
Concepción materialista y hedonista de la sexualidad humana: como puede colegirse de lo anterior, todo el texto rezuma una atrofiada y reduccionista visión de la sexualidad humana. En efecto, para los autores de este panfleto, la sexualidad ya no sería expresión de la donación personal del hombre y de la mujer hasta la muerte, ni un Bien que mira al núcleo íntimo de la persona[6]. Para ellos, la sexualidad se reduce a la mera biología y fisiología, a la visión del cuerpo como instrumento dador de placer, a la relación con el otro como medio de alcanzar la satisfacción de los deseos egoístas.
Ni una sola mención se encuentra en el texto a la virtud de la castidad. Sí se habla de abstinencia - como medio anticonceptivo - pero se omite la excelencia de la virtud del casto que, en lucha exigente y heroica, abreva en la castidad como don de sí al otro[7].
Su Excelencia Reverendísima: en este breve escrito nos hemos detenido sólo en los aspectos sobresalientes por su manifiesta iniquidad, aunque sin considerar que el sucinto listado agote en modo alguno la intrínseca perversidad del texto que sirve de base para enseñar a los alumnos de una escuela católica de nuestra Diócesis. Un análisis pormenorizado, para el que no nos creemos con fuerzas, demostraría que los males que se siguen de esta atroz enseñanza son aún mayores. Baste pensar en la concienzuda negación del Magisterio Auténtico de la Iglesia de la que se hace gala, en la desestimación de la familia como educadora esencialísima, en el olvido de la verdadera dimensión religiosa de la educación o en el atropello a la dignidad de los niños y en el abuso a su inteligencia. Muchos son los males que de esto se siguen por lo que según creemos, queda claro que las autoridades del Colegio Santa Teresa, adelantándose a la infame norma nacional recientemente sancionada e inspirándose en una ley provincial análoga (Nº 2222 de Salud Sexual y Reproductiva), han permitido el dictado de clases de educación sexual de contenido profundamente relativista y destructivo para los niños.
Esta situación ha derivado, como es lógico, en la intranquilidad de muchos padres que ven así quebrantada la inocencia de sus hijos y su propio derecho – obligación de atender su crianza. La patria potestad – para decirlo en términos profanos – se ve profundamente alterada toda vez que una escuela decide, en forma arbitraria, llevar adelante un programa destinado a la confusión y el escándalo de los niños y los jóvenes. Y si lo hace tomando como referencia una legislación del todo ignominiosa y atentatoria del Orden Natural como la que lamentablemente han aprobado nuestros legisladores, la mencionada actitud resulta del todo inconcebible.
S.E.R., esperamos que esta misiva contribuya a la urgentísima y definitiva solución de esta irregular situación dada en el mentado colegio. Consideramos que, en principio, debería sacarse de circulación este texto para empezar la reparación del daño cometido. Así se lo suplicamos, como ovejas fieles a nuestro pastor, por el bien de nuestros hijos y el de la Comunidad toda.
Que nuestro Señor Jesucristo y su Santísima Madre lo guíen en su Cátedra y su labor pastoral como Sucesor de los Apóstoles. Lo saludamos devotamente en Cristo nuestro Señor y quedamos a la espera de su respuesta.
[1].- CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE: Declaración “Persona humana”, sobre algunas cuestiones de ética sexual, n° 9.
[2].- JUAN PABLO II: Familiaris consortio, n° 14.
[3] .- Idem., n° 17.
[4].- CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE: Declaración “Persona humana”, n° 8.
[5].- CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE: Carta “Sobre la atención pastoral a las personas homosexuales”, 1 de octubre de 1986, n° 7. Véase asimismo, de la misma Congregación, el documento “Algunas consideraciones acerca de la respuesta a ciertas propuestas de ley sobre la no discriminación de las personas homosexuales”, Buenos Aires, Paulinas, 1992.
[6].- Cf. PONTIFICIO CONSEJO PARA LA FAMILIA: Sexualidad humana. Verdad y significado, Conferencia Episcopal Argentina, 1996.
[7] .- Idem., n° 19 y n° 17.
Carta a S.E.R Monseñor Marcelo Melani SDB, Obispo de Neuquén
Asunto: Preocupación ante la Educación Sexual permisiva y su aplicación en una escuela de la Diócesis de Neuquén
Su Excelencia Reverendísima:
Con respeto filial, nos permitimos comunicarnos con Usted con el fin de hacerle llegar nuestra gran preocupación por lo que está aconteciendo en el Colegio Santa Teresa, en el que se imparten clases de educación sexual absolutamente contrarias a la moral natural y a las enseñanzas de la Iglesia. Tales contenidos, ¡destinados a alumnos del ciclo primario!, rezuman en cada palabra la tan inicua teoría de género, sostenida por los diversos grupos militantes a favor del aborto y la contranatura.
En este escrito exponemos sucintamente las cuestiones más graves tratadas en el texto que lleva por título “Nuestro cuerpo: ¡una maravilla de la creación!” y que ha sido entregado a los alumnos del nivel primario del citado establecimiento educativo.
Tomamos aquí los temas que mayor daño espiritual y psicológico inflingen a los niños que los tienen por destinatarios, pero ello no obsta para desestimar de plano el texto, por su indecible ignominia e incorregible mendacidad. A poco de leerlo, Monseñor, parece increíble que semejante libelo haya salido de una escuela católica. A continuación las evidencias mencionadas.
Aborto: en el material de marras se les pregunta a los alumnos, como si de un trabajo práctico se tratara, si “el aborto provocado se puede considerar un asesinato”, sin dar más orientaciones acerca de ello. No obstante, poco más adelante se cae en una flagrante falacia (utilizada ad nauseam por los proabortistas) cuando se dice que muchos abortos se realizan en forma clandestina y que ésta constituye “una de las principales causas de muerte de mujeres” (página 20). Embuste éste pasible de ser corroborado con la simple constatación de las estadísticas del Ministerio de Salud de la Nación.
En vano se buscarán en el texto referencias al nonato. Ni una sola alusión a su carácter personal y su inalienable derecho a la vida. Ni una mención siquiera al deber de rezar por las almas de los pequeños asesinados sin recibir las aguas bautismales. Del mismo modo, se omite toda reseña a la clarísima condena de tan monstruoso crimen, presente en multitud de documentos dados a lo largo de la historia de la Iglesia de Cristo. En rigor, sólo se induce a los niños a considerar que el mal específico del aborto no es el asesinato de la criatura no nacida, sino la mala atención de las clínicas clandestinas que resulta en muertes maternas. Cuesta creer en la posibilidad de tantos olvidos.
Masturbación: al referirse al tema del onanismo se dice: “Cada familia tiene sus propias ideas acerca de la masturbación (…) existen personas, y también existen religiones, que creen que masturbarse es malo. Pero la mayoría de los médicos afirman que la masturbación es algo perfectamente sano y perfectamente normal, y que no hace ningún daño” (pag. 14)
Se evidencia, en primer término, el más craso relativismo implicado en el texto, pues deja librada la verdad a la opinión de cada uno. Pero luego, ahondando la gravedad del contenido, se habla de la condena de algunas religiones al pecado de Onán, prescindiendo de cualquier comentario sobre la doctrina tradicional que condena la masturbación como un acto “intrínsecamente malo” y gravemente desordenado pues “le falta la relación sexual requerida por el orden moral; aquella relación que realiza el sentido íntegro de la mutua entrega y de la procreación humana en el contexto del amor verdadero”[1]. Además, como si esto fuera poco, el texto termina por invocar la autoridad de los médicos – tanto como se descalifica a “algunas religiones” - como si la medicina fuese la encargada de dirimir sobre cuestiones de índole moral. En lenguaje llano, esto se podría traducir en una frase proverbial: “si tu médico te dice que te masturbes, hacélo tranquilo, pero si el párroco te dice lo contrario, desobedecélo porque no tiene autoridad en esas cosas”.
“Clases” o tipos de familia: acto seguido, los anónimos autores se ocupan de la familia señalando en primer término que “hay muchas clases de familia”, para agregar enseguida: “hay niños cuyo padre o cuyos padres son hombres homosexuales y niños cuya madre o madres son mujeres lesbianas” (pag. 25).
De esta forma grotesca se principia con la confusión de los niños y se termina con su escándalo más absoluto. Porque, de acuerdo a la peculiar visión dada en este texto, la familia ya no sería la iglesia doméstica fundada sobre Roca. Ya no sería la unidad indisoluble centrada en el matrimonio de hombre y mujer, unidos para el cumplimiento de la misión sublime de procrear y educar a la prole en la altísima tarea de vivir para salvarse[2]. Ya no sería la familia la portadora de la misión de “custodiar, revelar y comunicar el amor, como reflejo vivo y participación real del amor de Dios por la humanidad y del amor de Cristo Señor por la Iglesia, su Esposa”[3]. No, para estos particulares educadores sexuales, ya no existe la familia tradicional sino muchos tipos y modos de rejuntarse, siempre según lo que a cada uno le apetezca y “le parezca bien”. Lo que olvidan (o aviesamente esconden) es que esa familia tradicional que quieren dar por muerta o perimida es la Sagrada Familia, la que sostuvo en su seno al Señor de la Historia y cuyo arquetipo fue dado una vez y para siempre para que en ella los hombres cumplieran su vocación salvífica.
Homosexualidad y lesbianismo: Por otro lado, el texto señala que existen muchas clases de amor, haciendo hincapié en que “puede haber amor entre una mujer y un hombre, entre un hombre y un hombre y entre una mujer y una mujer”. Poco después se afirma: “la vida cotidiana de un gay o una lesbiana (…) es muy parecida al resto de las personas” (pag. 32). Y termina con una admonición dudosa: “Todos somos personas. Todos amados por Dios. No discriminemos”.
Se parte entonces de una confusión dañina y malintencionada, pues si hemos de amar a las personas homosexuales lo hacemos porque son personas, no porque sean homosexuales. ¿Qué clase de caridad enseñan estos “educadores” cuando les dicen a los pequeños, tergiversando la oración paulina, que hay que amar al pecador y amar también al pecado? También aquí se omiten las enseñanzas de la Iglesia Madre y Maestra, que mucho ha expresado al respecto. Estos educadores deberían recordar que la Iglesia señala que “las personas homosexuales deben ser acogidas, en la acción pastoral, con comprensión y deben ser sostenidas en la esperanza de superar sus dificultades personales y su inadaptación social” pero ello sin olvidar que “según el orden moral objetivo, las relaciones homosexuales son actos privados de su regla esencial e indispensable” y que “en la Sagrada Escritura están condenados como graves depravaciones e incluso presentados como la triste consecuencia de una repulsa de Dios”[4]. Esto último se pone en evidencia también en otro fundamental documento vaticano que indica que “la actividad homosexual impide la propia realización y felicidad porque es contraria a la sabiduría creadora de Dios. La Iglesia, cuando rechaza las doctrinas erróneas en relación a la homosexualidad, no limita sino que más bien defiende la libertad y dignidad de la persona, entendidas de modo realístico y auténtico” [5] .
Hacer de la homosexualidad “una forma más de amor” conlleva una dosis infrecuente de perversidad en el trato con los niños, a los que – por deber de estado - el educador debe formar en los hábitos virtuosos y no en el vicio nefando.
Concepción materialista y hedonista de la sexualidad humana: como puede colegirse de lo anterior, todo el texto rezuma una atrofiada y reduccionista visión de la sexualidad humana. En efecto, para los autores de este panfleto, la sexualidad ya no sería expresión de la donación personal del hombre y de la mujer hasta la muerte, ni un Bien que mira al núcleo íntimo de la persona[6]. Para ellos, la sexualidad se reduce a la mera biología y fisiología, a la visión del cuerpo como instrumento dador de placer, a la relación con el otro como medio de alcanzar la satisfacción de los deseos egoístas.
Ni una sola mención se encuentra en el texto a la virtud de la castidad. Sí se habla de abstinencia - como medio anticonceptivo - pero se omite la excelencia de la virtud del casto que, en lucha exigente y heroica, abreva en la castidad como don de sí al otro[7].
Su Excelencia Reverendísima: en este breve escrito nos hemos detenido sólo en los aspectos sobresalientes por su manifiesta iniquidad, aunque sin considerar que el sucinto listado agote en modo alguno la intrínseca perversidad del texto que sirve de base para enseñar a los alumnos de una escuela católica de nuestra Diócesis. Un análisis pormenorizado, para el que no nos creemos con fuerzas, demostraría que los males que se siguen de esta atroz enseñanza son aún mayores. Baste pensar en la concienzuda negación del Magisterio Auténtico de la Iglesia de la que se hace gala, en la desestimación de la familia como educadora esencialísima, en el olvido de la verdadera dimensión religiosa de la educación o en el atropello a la dignidad de los niños y en el abuso a su inteligencia. Muchos son los males que de esto se siguen por lo que según creemos, queda claro que las autoridades del Colegio Santa Teresa, adelantándose a la infame norma nacional recientemente sancionada e inspirándose en una ley provincial análoga (Nº 2222 de Salud Sexual y Reproductiva), han permitido el dictado de clases de educación sexual de contenido profundamente relativista y destructivo para los niños.
Esta situación ha derivado, como es lógico, en la intranquilidad de muchos padres que ven así quebrantada la inocencia de sus hijos y su propio derecho – obligación de atender su crianza. La patria potestad – para decirlo en términos profanos – se ve profundamente alterada toda vez que una escuela decide, en forma arbitraria, llevar adelante un programa destinado a la confusión y el escándalo de los niños y los jóvenes. Y si lo hace tomando como referencia una legislación del todo ignominiosa y atentatoria del Orden Natural como la que lamentablemente han aprobado nuestros legisladores, la mencionada actitud resulta del todo inconcebible.
S.E.R., esperamos que esta misiva contribuya a la urgentísima y definitiva solución de esta irregular situación dada en el mentado colegio. Consideramos que, en principio, debería sacarse de circulación este texto para empezar la reparación del daño cometido. Así se lo suplicamos, como ovejas fieles a nuestro pastor, por el bien de nuestros hijos y el de la Comunidad toda.
Que nuestro Señor Jesucristo y su Santísima Madre lo guíen en su Cátedra y su labor pastoral como Sucesor de los Apóstoles. Lo saludamos devotamente en Cristo nuestro Señor y quedamos a la espera de su respuesta.
[1].- CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE: Declaración “Persona humana”, sobre algunas cuestiones de ética sexual, n° 9.
[2].- JUAN PABLO II: Familiaris consortio, n° 14.
[3] .- Idem., n° 17.
[4].- CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE: Declaración “Persona humana”, n° 8.
[5].- CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE: Carta “Sobre la atención pastoral a las personas homosexuales”, 1 de octubre de 1986, n° 7. Véase asimismo, de la misma Congregación, el documento “Algunas consideraciones acerca de la respuesta a ciertas propuestas de ley sobre la no discriminación de las personas homosexuales”, Buenos Aires, Paulinas, 1992.
[6].- Cf. PONTIFICIO CONSEJO PARA LA FAMILIA: Sexualidad humana. Verdad y significado, Conferencia Episcopal Argentina, 1996.
[7] .- Idem., n° 19 y n° 17.